El «Misterio» de la cabeza santa

La Horcajada, cuya importancia histórica no es muy conocida por propios y extraños, es uno de esos núcleos de población en los que no faltan ni los misterios ni los mitos.

La lista se haría interminable. Por eso, ahí van sólo algunos ejemplos: los túneles desde la zona montañosa del término municipal hasta el Tormes, poblaciones desaparecidas, el barrio más antiguo, el Risco de la Ermita, el pozo de la calle de Soledad, el Hocino del río Corneja, etc, etc, y la «cabeza santa». De este «misterio» voy a decir algo.

Desde muy pequeño, como todos los nacidos en La Horcajada, oí hablar de la «cabeza santa».

Cabeza Santa. José Luis Díaz.

Se decía que era la cabeza de un pastor del mismo pueblo, a quien llamaban Juan de la Berza. Era muy piadoso y, consecuentemente, muy bueno. De su extraordinaria bondad, como sucede con harta frecuencia, unos abusaban y otros se burlaban. El solía responder: «Reíros, pero mi cabeza servirá contra el mal de rabia». También ha recogido la tradición que, cuando se mofaban de su extrema pobreza, él comentaba «Abarca rota, abarca sana, salvación para mi alma». El pastor murió. Cuentan que, pasado el tiempo, su cabeza apareció sobre su tumba. Fue recogida y llevada al templo, donde comenzó a ser venerada, pidiendo el pueblo al Señor por intercesión de Juan de la Berza, que librara al pueblo del «mal de rabia», tan peligroso y frecuente en tiempos pasados. Cuentan también que en varias ocasiones se llevaron la cabeza a Ávila cerrándola con siete llaves en algún lugar de la ciudad de Santa Teresa, volviéndose la cabeza a La Horcajada. Y todo el pueblo testifica que, en lo que se recuerda, jamás una persona de esta localidad padeció la rabia, huyendo los perros rabiosos de su término municipal o no entrando en el mismo.

Lo cierto es que la «cabeza santa» está en el pueblo desde mediados del siglo XVI, cuando menos. Así consta en el libro número 1 de Fabrica (años 1548-1584), de la Parroquia de La Horcajada, en el primer inventario que puede leerse, aunque no completo, en dicho libro. En el puesto tres de los bienes que se registran aparece: «Una cabeza santa con su llave metida en una caja donde el altar del crucifijo».

Más tarde, probablemente en al segunda mitad del siglo XVIII, que es de cuando datan los dos altares situados en las capillas laterales de la cabecera del templo, la «santa cabeza» es depositada en uno de éstos, concretamente en el que se halla a la entrada de la sacristía, que está dedicado a la Anunciación. La «cabeza santa» estaba custodiada en el sagrario de dicho altar. Con ella se bendecían, al terminar el verano, los frutos de la tierra, se la veneraba besándola y a ella se acudía con frecuencia pidiendo ayuda y protección para las personas y los ganados.

Es en tiempos del Obispo Pla y Deniel (1917-1935), cuando por disposición suya, la «cabeza santa» es retirada a la sacristía, en una de cuyas alacenas se encuentra desde que el citado obispo dispusiera lo dicho. No tengo la fecha exacta, ni la forma como se hiciera. Sé que el Sr. Pla y Deniel adujo, como razón para justificar su decisión, que no constaba nada por escrito acerca de esta reliquia. Esto, lógicamente, hace suponer que no se conocía lo encontrado en el libro del archivo parroquial ni en otros libros del mismo, que repiten en sus inventarios la existencia de la «cabeza santa», su custodia y su veneración.

La cabeza perteneció, como se descubre por una simple mirada a la misma, a un hombre joven y se conserva prácticamente integra. Su soporte es de plata, trabajada de forma sencilla, obra del siglo XVI. El enmarque de la base está unido a una cruz que corona el santo cráneo por un eje, también de plata. En el centro de la base del soporte hay un agujero revestido de plata, que seguramente servía para llevar la santa cabeza en procesión, convenientemente levantada.

¿De quién era realmente esta cabeza?. Por ahora, no se sabe. Es muy posible que, siguiendo las investigaciones, pueda llegarse a su identificación.

Yo pienso que pudo ser la de algún santo o, más bien, mártir romano. Posiblemente que fue traída directamente de Roma por alguno de los personajes que de nuestras tierras pasaron o estuvieron en la ciudad eterna durante los siglos XV-XVI. Por este medio vinieron de allí, al largo de los siglos, muchas reliquias. Sin necesidad de acudir a importantes personajes de nuestras cercanías, como el Cardenal Juan de Carvajal, de Bonilla de la Sierra, gran figura de la Iglesia Universal en el siglo XV, consta documentalmente la presencia en Roma, a mediados del XVI, del cura de La Horcajada, Sr. Alvarado. También consta la presencia allí, en Italia de D. Francisco de Toledo, hijo del Primer Señor de La Horcajada, que fue embajador de Carlos V en Trento y Gobernador de Siena (Italia), donde murió, y de otros varios personajes. Por eso, es muy verosímil que la reliquia viniera de allí, que se la presentara como protectora contra el «mal de la rabia» y que la «auténtica», concretando la identidad de la misma, se perdiera, cosa nada difícil y harto frecuente.

La «cabeza santa» está ahí, con una base documental y una importante historia de veneración. Todo el pueblo conoce su existencia, se sabe que dicen que es del pastor Juan de la Berza y la historia más próxima habla emotivamente de ella y la «enseña» siempre que tiene ocasión a los parientes de fuera y a sus visitantes. Es algo, ciertamente, que hay que custodiar y cuidar con alto aprecio. Posiblemente algún día se puedan dar otros datos que descubran más este «misterio» de La Horcajada.